LA SIGUIENTE DECLARACION ES PUBLICADA POR EL
COMITÉ INTERNACIONAL TROTSKISTA PARA LA
REGENERACIÓN POLÍTICA DE LA CUARTA INTERNACIONAL
Paremos el Impulso de Guerra de los Imperialistas
No a la Guerra por el Control de Ucrania
No a la Guerra de OTAN con Rusia
Por una Ucrania Libre e Independiente – No al Control de la OTAN – No a una Invasión Rusa
“Oeste” o “Este”: El Principal Enemigo es NUESTRA PROPIA Clase Dominante
- Solamente la Lucha de Trabajadores y los Oprimidos Puede Parar Un Impulso de Guerra Imperialista
- Abran las Fronteras a los Refugiados e Inmigrantes
- Levanten las Sanciones que están Destruyendo a Afganistán
LIGA REVOLUCIONARIA DE LOS TRABAJADORES (EE. UU.)
LIGA REVOLUCIONARIA INTERNACIONALISTA (RU)
18 DE FEBRERO, 2022
Fuerzas revolucionarias, socialistas y progresistas, alrededor del mundo, deben responder al doble peligro de una invasión Rusa a Ucrania y la movilización de USA/OTAN en contra de Rusia.
El conflicto entre los mayores poderes imperialistas y alianzas ha estado escalando peligrosamente y con ello la amenaza de una guerra completa entre ellos. Los últimos seis meses han visto al conflicto moverse mas allá de las décadas de guerras de poder que continúan devastando al “Amplio Medio Oriente,” de Libia a Afganistán. Se ha estado moviendo hacia una confrontación militar directa entre EE.UU, con sus aliados de la OTAN y aliados G7, y el bloque de Rusia/China que ahora incluye a Irán y las republicas de Asia Central.
Los últimos seis meses, comenzando con el fiasco de la retirada Estadounidense de Afganistán, el balance de poder entre estas alianzas rivales a cambiado en favor del bloque Rusia/China, y los Estados Unidos y la OTAN, en respuesta, han adoptado tácticas cada vez mas agresivas. Los gobiernos de China y Rusia ven la situación como una oportunidad para fortalecer su posición geopolítica, en particular mediante la división de las “potencias occidentales”. El liderazgo de EE.UU está tratando de convertirlo en una oportunidad para volver a imponer su autoridad en la OTAN. y desde esa perspectiva, EE. UU. parece tener un cínico interés estratégico en que Putin invada Ucrania, ya que es preferible a hacer cualquier concesión a Rusia.
En ambos lados, la crisis actual de Ucrania es parte de su estrategia más amplia. En términos inmediatos es una lucha entre las potencias de la OTAN y Rusia por el dominio en Europa del Este. Sin embargo, el tema central de este conflicto inter-imperialista sigue siendo la creciente rivalidad entre EE. UU., que sigue siendo, por ahora, la economía más grande del mundo con la clase dominante más rica, pero que está en declive y dividida, y China, que es la segunda economía más grande y de más rápido crecimiento en el mundo, y el mayor exportador de productos manufacturados.
Durante el último mes, Rusia ha movido más tropas y armamento hacia la frontera con Ucrania, y la OTAN ha estacionado más unidades militares y misiles en sus países miembros del este, cerca de Rusia, mientras que los conflictos de intereses entre las potencias occidentales se han vuelto más evidentes. Este fue el contexto en el que los regímenes chino y ruso emitieron una afirmación de sus intereses y objetivos conjuntos. Luego de la reunión entre los presidentes Xi y Putin en Beijing (en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, un proyecto de gran prestigio para las ambiciones globales de Xi), los dos gobiernos publicaron una declaración que puede describirse como un plan para un nuevo orden mundial bajo el liderazgo chino[1].
Rusia prometió apoyo a los “objetivos de guerra” de China (Taiwán y la reversión de las políticas militares y navales de Estados Unidos en la región de Asia/Pacífico) y China prometió apoyo a Rusia sobre Ucrania y oposición a cualquier expansión de la OTAN. Ambos prometieron su oposición a las ‘revoluciones de color’ (un término para las protestas masivas, vistas como ‘respaldadas por el Occidente’, en contra de los regímenes autoritarios en las antiguas partes de la Unión Soviética, por ejemplo, la revolución naranja en Ucrania, la revolución rosa en Georgia).
Ambos también se comprometen a “Intensificar la cooperación práctica para el desarrollo sostenible del Ártico” y al “Desarrollo y uso de las rutas del Ártico”, declarando así su inversión en una crisis climática continua. La palabra ‘sostenible’ se usa por el bien de las apariencias; es tan vacío como la oración: “Dios, hazme puro, pero todavía no”. En esto no son más cínicos que las potencias occidentales que prometen Net Cero de Carbón y abren nuevas minas de carbón y yacimientos petrolíferos, o el Fondo Monetario Internacional (FMI) de los imperialistas occidentales, que condenó a China por continuar con su política Cero Covid porque era malo para los negocios[2].
Sin importar que la guerra estalle en Ucrania o cuando estalle, esta confrontación ya está cumpliendo su propósito para Rusia y China al continuar el cambio en el equilibrio de las fuerzas imperialistas y profundizar las divisiones en la OTAN. Eso hace que la amenaza de una nueva Guerra Mundial sea mucho más real y cercana.
El mundo se está hundiendo cada vez más en una crisis similar a la descrita por León Trotsky en 1938:
Bajo la creciente tensión de la desintegración capitalista, los antagonismos imperialistas llegan a un callejón sin salida en el punto culminante del cual los diferentes enfrentamientos y los disturbios sangrientos locales… inevitablemente deben juntarse en una conflagración de dimensiones mundiales.
LD Trotsky, La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional (El Programa de Transición).
Incrementan las tensiones en el Este de Europa
Más de cien mil soldados rusos con armamentos, incluyendo misiles nucleares, e infraestructura militar fueron estacionados a lo largo de la frontera con Ucrania durante los últimos meses de 2021 y durante todo enero. Durante el mismo período, Rusia comenzó a reducir el suministro de gas natural a los países de la Unión Europea (UE), y en ocasiones lo cerró por completo. Mientras tanto, los Estados Unidos se comprometió a continuar con el suministro de armas a Ucrania y amenazó con sanciones económicas en caso de invasión.
Una serie de reuniones entre Rusia y las potencias occidentales durante la segunda semana de enero terminaron en un punto muerto. Incluso antes de que terminaran esas discusiones, Putin comenzó a mover más unidades del ejército y armamento del Lejano Oriente de Rusia. Muchos de ellos están ahora en Bielorrusia, donde están realizando “ejercicios” conjuntos con el ejército bielorruso en su frontera con Ucrania.
Durante casi tres décadas, el régimen postsoviético autoritario del presidente Lukashenko en Bielorrusia, entre Rusia y Polonia, mantuvo un acto de equilibrio bastante astuto entre Rusia y la UE, basado en el apoyo de los trabajadores del sector de la industria pesada que el gobierno mantuvo bajo control estatal- a diferencia de los regímenes de otros países postsoviéticos y de Europa del Este. Esos trabajadores, sin embargo, se unieron a huelgas políticas masivas contra el gobierno en agosto de 2020, convirtiéndose en la fuerza más fuerte en las protestas masivas que sacudieron al régimen luego de una elección amañada y el mal manejo de la pandemia de Covid. Lukashenko tuvo que pedir el apoyo de Rusia para mantener su poder, y ahora su brutal régimen represivo es el títere de Putin y Bielorrusia es, potencialmente, una plataforma de lanzamiento para una invasión rusa del oeste de Ucrania.
En enero de este año, Putin fortaleció aún más su autoridad regional al enviar tropas para mantener un régimen capitalista autoritario contra la revuelta de la clase trabajadora en otra parte de la antigua Unión Soviética, esta vez en Kazajstán, rico en minerales y petróleo, un país que produce hasta al 40% del uranio del mundo. El Movimiento Socialista de Kazajstán informó que estallaron huelgas y protestas luego de que el gobierno duplicara los precios del combustible para el transporte; se desarrollaron como huelgas y protestas antigubernamentales en las industrias extractivas que son el pilar de la economía de Kazajistán y en las ciudades[3]. La intervención rusa aplastó las huelgas y protestas y permitió a Putin imponer un arreglo a las rivalidades dentro de la élite gobernante.
Putin utilizó su intervención en Kazajstán para relanzar la inactiva Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) entre Rusia, Kazajstán y otras cuatro ex repúblicas soviéticas (Armenia, Bielorrusia, Kirguistán y Tayikistán). No necesitaba su ayuda en Kazajstán por razones militares, pero usar sus demostraciones de poder allí, en Bielorrusia y en la frontera con Ucrania, para revivir la OTSC, fue otro paso para lograr su visión más amplia, compartida por sus compañeros oligarcas rusos. Así como la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue el mecanismo para restaurar el capitalismo en Rusia, la Rusia capitalista ahora necesita tomar el control de esos antiguos territorios soviéticos para cumplir con sus ambiciones imperialistas.
Esas ambiciones ponen a Rusia en conflicto con las potencias imperialistas occidentales. El control de Ucrania no es solo un elemento de la lista de deseos de Putin o de la OTAN; es necesario que una Rusia imperialista controle el país, o al menos impida que las potencias occidentales lo controlen (que al final se reduce a lo mismo) y es igualmente necesario que el plan de EE. UU./OTAN mantenga el poder mundial EE. UU. y frustrar las ambiciones rusas y chinas. La geografía, la economía capitalista y la historia que ha dado forma a estos estados lo hacen así.
Esos mismos factores han unido a China y Rusia en un bloque imperialista. Ambos necesitan que ese bloque sea fuerte y unido, así, al mismo tiempo que los ministros de relaciones exteriores de EE. UU. y Rusia mantuvieron conversaciones en Ginebra el 21 de enero, sin llegar a ninguna conclusión, las armadas navales rusa, china e iraní realizaron ejercicios conjuntos en el Océano Indio, y China consolido sus acuerdos de cooperación económica y militar con Irán.
Sin embargo, el desarrollo capitalista e imperialista de Rusia es definitivamente inferior al de China, por lo que su afirmación de poder en Europa también es necesaria para su equilibrio de poder con China dentro de su alianza.
La división del mundo: realidad y ficción
Los políticos occidentales y sus medios aliados proclaman su defensa de la libertad, la democracia y la independencia nacional de Ucrania frente a la dictadura rusa. Sus afirmaciones son ficciones hipócritas. Por democracia e independencia nacional de Ucrania, quieren decir que Ucrania debería ser un baluarte de las potencias occidentales contra la expansión rusa, por libertad quieren decir que las empresas de la UE y los EE. UU. (en lugar de las empresas rusas o chinas) deberían tener rienda suelta para explotar la gente y recursos de Ucrania.
Estas ficciones exponen el cinismo de las clases dominantes y de los políticos de las potencias occidentales que nunca han mostrado preocupación alguna por la independencia de los pueblos y estados que han conquistado y siguen explotando. ¿Qué derecho tiene el presidente Biden para hablar de democracia cuando hoy en día es imposible garantizar la igualdad del derecho al voto en los EE. UU., cuando la policía de los EE. UU. casi siempre se sale con la suya asesinando a personas Afroamericanas y latinas, y cuando en general ha mantenido las políticas racistas y anti-inmigrantes de Trump? ¿Qué derecho tiene el primer ministro Johnson a hablar de libertad y democracia cuando está socavando y restringiendo el derecho al voto, destruyendo el derecho de asilo y los derechos humanos en Gran Bretaña y aboliendo la libertad de protesta?
Del mismo modo, como explicamos a continuación, el discurso de Putin sobre ‘La unidad histórica’ de Rusia y Ucrania como ‘un solo pueblo’ está reviviendo una ficción histórica para justificar el sometimiento de Ucrania y el control de sus tierras, industria, gas y oleoductos y puertos del Mar Negro.
No, estos no son conflictos entre democracia y dictadura, como afirman los gobiernos occidentales, ni son una lucha de las naciones “en desarrollo” contra los viejos maestros, la visión promovida por el gobierno chino y sus partidarios. Las clases dominantes de las potencias imperialistas rivales están en lucha entre sí. El objetivo de ambos lados es retener y expandir, a expensas de sus rivales, las regiones y poblaciones de un mundo finito que ellos pueden explotar. Es una batalla por la hegemonía en la economía mundial capitalista, en las palabras de Lenin una lucha,
…Por la división del mundo, por la partición y repartición de colonias y esferas de influencia del capital financiero, etc.
V I Lenin, 1920 Prefacio a El imperialismo, la etapa superior del capitalismo (1916).
El conflicto actual es una continuación de los conflictos que han saqueado al mundo desde el surgimiento del imperialismo capitalista que ha dominado la economía capitalista global desde finales del siglo XIX. El contexto y la causa de la actual escalada de conflictos es una economía global cada vez más precaria, en la que la concentración del capital y el dominio parasitario de la vida económica por parte del capital financiero han alcanzado proporciones monstruosas, donde la pobreza y la desigualdad aumentan, junto con la deuda y el proteccionismo, y donde la inversión se está estancando. Si bien Rusia y China ciertamente están gobernadas por dictaduras brutales, la democracia está siendo atacada a escala internacional; los regímenes autoritarios se basan en el racismo y el nacionalismo étnico o religioso, y el fascismo está resurgiendo: en EE. UU., India, Gran Bretaña, Francia, Italia, Brasil, etc.
Las víctimas del conflicto son los pobres y oprimidos del mundo: la clase trabajadora y las clases medias en apuros, los países neocoloniales empobrecidos, las mujeres, las minorías étnicas y religiosas y los millones de personas obligadas a huir de sus hogares por la guerra, la persecución, la pobreza, el hambre y la crisis climática. No hay un lado progresivo en el conflicto entre las dos alianzas imperialistas, no hay una “victoria” para ninguno de los lados que avance la liberación de las masas explotadas de la humanidad.
Afganistán: el punto decisivo
El punto de inflexión crítico en el movimiento hacia una confrontación militar más directa y peligrosa entre los bloques imperialistas rivales se produjo en agosto pasado, con la retirada de Estados Unidos de Afganistán, lo que inevitablemente significó la retirada simultánea de las fuerzas mucho más pequeñas de sus aliados.
Durante los últimos 43 años, la gente de Afganistán ha vivido, sufrido y muerto en un campo de batalla entre grandes potencias rivales. En 1979, la Unión Soviética invadió el país para sostener el gobierno pro soviético establecido tras el derrocamiento de la monarquía. Estados Unidos (y Arabia Saudita) respaldaron a las fuerzas guerrilleras islamistas en una guerra prolongada que finalmente llevo a la retirada soviética y contribuyó al colapso de la Unión Soviética en 1991 y a la restauración del capitalismo en Rusia, Europa del Este y Asia central.
El propio Afganistán quedó bajo el control, primero de señores de la guerra rivales y luego de los talibanes, hasta que fue invadido por Estados Unidos y sus aliados en 2001, tras los ataques de Al Qaeda en Nueva York y Washington. Esa organización, y los grupos similares que generó (ISIS/Daesh, etc.) fueron producto de los grupos islamistas que Estados Unidos y Arabia Saudita habían fomentado en Afganistán.
La ocupación liderada por Estados Unidos no resolvió, ni pudo haber resuelto nada. La falta de una “victoria” y la continua pérdida de vidas estadounidenses hizo que pareciera inútil, incluso para la base racista y nacionalista de Donald Trump (fue, por supuesto, el pueblo afgano el que sufrió, por mucho, el mayor número de muertos). En 2020, cuando Trump luchaba por la reelección, EE. UU. negoció un acuerdo de retirada con los talibanes y el presidente Biden se comprometió a llevarlo a cabo.
Es seguro que el gobierno y el ejército de los EE. UU. no creyeron sus propias palabras sobre un Talibán “pragmático” que se volvería más moderado y menos brutal. Accedieron cínicamente a entregarles el control del país porque era políticamente conveniente. Si los líderes estadounidenses esperaban que sería un traspaso tranquilo y ordenado, o esperaban tener alguna influencia continua en Afganistán, estaban muy equivocados. Los talibanes sabían que necesitaban eliminar a cualquier otro contendiente por el poder, completando la imposición de su control sobre la población, especialmente en las ciudades, desmoralizando y disolviendo el ejército afgano respaldado por Estados Unidos y derribando al gobierno respaldado por Estados Unidos, antes de que las fuerzas de Estados Unidos se fueran. Además, los talibanes ya estaban en conversaciones con China y habían acordado que, a cambio del apoyo de China, dejarían a su suerte a la población musulmana Uigur fuertemente oprimida y perseguida en el oeste de China. El resultado fue una evacuación apresurada y caótica de las fuerzas estadounidenses y aliados en agosto, frente a la rápida toma de control de todo el país por parte de los talibanes.
Afganistán está ahora firmemente en la esfera de influencia de China. Eso ha consolidado el papel de China en Pakistán e Irán. El poder de China ahora está llegando a los estados del Golfo ricos en petróleo.
Los talibanes han aceptado abandonar a los uigures como precio de su victoria. A diferencia de grupos islamistas armados como el Estado Islámico y Al Qaeda, que sueñan con un califato global, los talibanes son ante todo islamistas nacionales afganos (y principalmente pushtu) con estrechos vínculos con las agencias de inteligencia militar de Pakistán. La teocracia musulmana Chiíta gobernante en Irán ha actuado de manera similar. Utiliza el Islam Chiíta como arma política junto con su intervención militar en Irak, Siria y Líbano, pero hace la vista gorda ante la persecución de los talibanes a la comunidad Chiíta Hazara en Afganistán. Ese es el precio que los líderes iraníes están dispuestos a pagar por el apoyo de Rusia y China contra Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita. Como beneficio adicional, ahora pueden vender petróleo iraní a los talibanes.
Estados Unidos y sus aliados han abandonado no solo a quienes emplearon en Afganistán, sino a todos aquellos a quienes prometieron cínicamente más libertad y oportunidades: mujeres, minorías religiosas y jóvenes. ¡Peor! – han impuesto sanciones a Afganistán supuestamente como un movimiento contra las fuerzas talibanes, que acordaron que probablemente tomarían el control del país. En realidad, las sanciones están dirigidas a China, la nueva potencia en el país dominante. Por su parte, China no lo ha hecho mejor.
El resultado es un terrible desastre humanitario: el 90% de los afganos sin comida suficiente; ambruna; desnutrición masiva entre los niños; sin dinero en efectivo; sin suministros médicos. Y aquellos afganos que fueron evacuados a países de la OTAN ahora están sufriendo la experiencia inhumana de la vida como solicitantes de asilo bajo gobiernos racistas.
El resultado en Afganistán debe ser una sombría advertencia para el pueblo de Ucrania y el mundo entero sobre el cinismo inhumano de TODOS los gobernantes imperialistas.
En términos de relaciones internacionales, los eventos del año pasado en Afganistán representan un gran cambio en el equilibrio de poder, no solo a nivel regional sino global, debido a las grandes potencias involucradas y la importancia estratégica de la región. Ese cambio es aún más profundo debido a su impacto en la relación entre EE. UU. y sus aliados, especialmente sus aliados de la OTAN en Europa.
Después de la presidencia de Trump, muchos aliados de EE. UU., en particular Francia y otros gobiernos de Europa occidental, cuestionaron abiertamente cuánto podían confiar en su apoyo. Esto se vio agravado por el intento fascista masivo de tomar el Congreso de los EE. UU. el 6 de enero del año pasado, para anular el resultado de las elecciones presidenciales, y por la fuerza continua del movimiento de Trump. La debacle en Afganistán sacudió aún más la confianza de los aliados de Estados Unidos.
China y Rusia han decidido que este es el momento de hacer valer su ventaja, y EE. UU. y sus aliados están desesperados por recuperar su autoridad, pero están inseguros y divididos sobre cómo actuar.
Las maniobras de EE. UU. en el Lejano Oriente y la respuesta de China
En septiembre, pocas semanas después de su debacle en Afganistán, los imperialistas estadounidenses intentaron reafirmar su poder frente a China en la región del Lejano Oriente/Pacífico, con anuncios casi simultáneos del pacto AUKUS y la reactivación del ‘Quad.’ Bajo el pacto AUKUS con Australia y Gran Bretaña, EE. UU. acordó compartir con Australia la tecnología para construir submarinos de propulsión nuclear, y Australia incumplió su contrato para comprar submarinos de propulsión diésel de Francia. Los submarinos de propulsión nuclear son capaces de permanecer mucho más tiempo en el mar y bajo el mar, y toda la fuerza estará bajo control estadounidense; el gobierno de EE. UU. planea tener esta fuerza como presencia permanente en los mares adyacentes a China.
De un solo golpe, Biden amenazó a China y tensó aún más las relaciones con su aliado de la OTAN y el G7, Francia.
El resurgimiento del Quad (Estados Unidos, Australia, Japón e India) es más que nada un intento de atraer a India más estrechamente a un bloque anti-China como respuesta a la expansión del poder chino en Afganistán, Pakistán y Sri Lanka.
El gobierno chino respondió rápidamente, con una demostración dramática de su creciente poder y avances tecnológicos. Ya había estado intensificando su retórica y sus acciones agresivas, acabando con los vestigios restantes de democracia y autonomía en Hong Kong y aumentando sus amenazas y presiones sobre Taiwán, la isla que, según afirma, es legítimamente parte de China[4]. Durante octubre y noviembre, envió repetidos destacamentos de aviones de combate a al espacio aéreo alrededor de Taiwán, a veces regresando día tras día y algunos con casi 150 efectivos, con una gama de aviones diseñados para diferentes funciones, incluidos bombarderos capaces de transportar armas nucleares.
EE. UU. y Taiwán fueron la principal “audiencia” de esta exhibición de poderío aéreo, pero China también estaba enviando un mensaje a los aliados de EE. UU., Japón y Corea del Sur, a sus vecinos del sudeste asiático y a la India, que ha tenido una serie de enfrentamientos militares (algunos fatales) con las fuerzas chinas en áreas disputadas en su montañosa frontera norte.
Esta demostración de poderío aéreo militar tuvo lugar justo antes y durante la conferencia sobre el cambio climático de las Naciones Unidas en Glasgow y sobresalió durante la conferencia. Ni Xi ni Putin asistieron a la conferencia en persona.
El conflicto se traslada a Europa: Rusia, Ucrania y la OTAN
El origen del actual conflicto entre Rusia y Ucrania se encuentra en los acontecimientos de Europa del Este hace cuarenta años. En 1989/90, los regímenes respaldados por los soviéticos en Europa del Este se desmoronaron y la Alemania Oriental respaldada por los soviéticos fue tomada por (oficialmente, “reunificada” con) la Alemania Occidental capitalista. En 1991 se disolvió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El capitalismo fue restaurado en todos esos países, a menudo, a través de la “acumulación primitiva” (apoderarse de riquezas de una forma u otra para impulsar la producción capitalista). En Rusia, los burócratas y gerentes soviéticos se convirtieron en cleptócratas, rompiendo ansiosamente los planes económicos estatales junto con el control estatal del comercio exterior, incautando propiedades y saqueando la economía mientras colapsaba. Los más rapaces se convirtieron en oligarcas. Los ex jefes del Partido Comunista usaron su antigua autoridad para convertirse en magnates de los negocios y presidentes (como Putin en Rusia y Lukashenko en Bielorrusia) aplastando la disidencia y estableciendo dinastías ricas. Mientras tanto, la pobreza, la desigualdad y las enfermedades aumentaron y la esperanza de vida disminuyó.
Durante la década de 1990, los líderes rusos tuvieron un éxito muy limitado en imponer su autoridad sobre las otras ex repúblicas soviéticas, a pesar de que Rusia las eclipsaba a todas en tamaño y población y aunque la mayoría de ellas se unieron a Rusia para formar una “Comunidad de Estados Independientes”.
Los imperialistas occidentales se apresuraron a utilizar el estado débil y caótico de la Federación Rusa para reclutar primero a Polonia, y luego una tras otra de las repúblicas bálticas y los antiguos estados satélites de la Unión Soviética para ser miembros de la OTAN, desde Estonia en el norte hasta Bulgaria en el sur. Al ingreso en la OTAN pronto le siguió el ingreso en la Unión Europea. Como resultado, la OTAN y la UE se extendieron a la frontera rusa en Estonia, Letonia y Lituania, ya las fronteras de Bielorrusia y Ucrania más al sur.
El régimen ruso se ha propuesto detener y revertir ese proceso, con la ayuda de una economía más fuerte basada en el aumento de los precios del petróleo y el gas, especialmente desde que Putin llegó al poder en 1999. Reafirmar el control de Ucrania por parte de Rusia ha sido fundamental para esa política, que condujo a una intervención rusa directa en 2014 en respuesta a las protestas que llevaron a la destitución del presidente de Ucrania, Victor Yanukovich, respaldado por Rusia. Las fuerzas rusas se apoderaron de la península de Crimea, estratégicamente importante, en el Mar Negro (que tiene una mayoría rusa y solo se convirtió en parte de Ucrania en 1954). Al mismo tiempo, los “voluntarios” rusos establecieron dos regiones disidentes alrededor de las ciudades de Donetsk y Luhansk, en la frontera oriental de Ucrania con Rusia. Desde entonces ha habido un conflicto constante en primera línea frontal con esas regiones, en el que han muerto miles de soldados ucranianos, y que periódicamente ha habido movilizaciones rusas en la frontera con Ucrania.
Ucrania es importante para el poder económico, político y militar de los gobernantes de Rusia: es una importante región agrícola e industrial, tiene puertos en el Mar Negro con acceso al Mediterráneo y su posición geográfica la convierte en una ruta hacia el oeste y el este con pocas fronteras naturales.
Es importante para las potencias occidentales por muchas de las mismas razones, pero con variaciones significativas. Para EE. UU., la principal preocupación es contener el creciente poder ruso, una visión compartida por Polonia y los estados bálticos; para otros miembros de la UE, especialmente para Alemania, es una cuestión de la economía, lo que significa posibilidades comerciales y de inversión en Ucrania, y la importancia de su acceso a la economía mucho más grande de Rusia. Por eso, en ocasiones, cuando EE. UU. ha planteado la cuestión de la membresía de Ucrania a la OTAN, Alemania y Francia han obstruido la propuesta.
Putin quiere explotar esas diferencias, así como las dudas y divisiones de los gobiernos de la OTAN sobre el papel y las futuras perspectivas de EE. UU. Ha tenido cierto éxito: Alemania está enviando suministros médicos, pero no armas a Ucrania; Representantes de los gobiernos de Alemania y Francia, en busca de una “solución europea” a la crisis, se han estado reuniendo con representantes de Rusia y Ucrania en el marco de un proceso que establecieron en 2014.
Los factores más importantes en esta fase actual de la lucha “…Por la división del mundo, por la partición y repartición de colonias y esferas de influencia…” son 1) El papel de Rusia como principal proveedor de petróleo y gas natural a Europa occidental, y 2) como se señaló anteriormente, la relación cada vez más estrecha de Rusia con China. Estos han sido los impulsores del incremento de poder de Rusia, incluyendo el mejoramiento en los recursos financieros de su gobierno. El papel de Rusia como exportador importante de petróleo y gas natural ha crecido, en gran parte porque el calentamiento global ha hecho que las fuentes en el Ártico sean más accesibles. Es un proveedor crucial de energía tanto para China como para Europa. Además, la cooperación rusa es necesaria para que el elemento “Cinturón” (es decir, por tierra) del proyecto del cinturón y Ruta de China para llegar a Europa.
Rusia es la fuente de casi la mitad del suministro de gas natural de la UE y una cuarta parte de su petróleo. La mayor parte llega al oeste a través de oleoductos que atraviesan Ucrania y le han proporcionado ingresos regulares. Rusia ha ejercido una mayor presión sobre Ucrania a través de la construcción de un oleoducto alternativo ‘South Stream'(Corriente del Sur) bajo el Mar Negro a Bulgaria, y desde allí a través de Serbia a Europa central.
Como se señaló anteriormente, Rusia ha ejercido presión sobre la UE desde el otoño mediante la reducción y, en ocasiones, el cierre del flujo de gas natural, lo que eleva los precios de la energía.
Los oligarcas de élite de Rusia planean ser los gobernantes de una potencia imperialista líder, aliados con los gobernantes de China. Para lograr ese objetivo, tienen que convertir a Ucrania como parte de su esfera de influencia y evitar que caiga bajo el dominio de la OTAN o la UE. En eso, los gobernantes de Rusia y China no son diferentes de los gobernantes de cualquiera de las antiguas potencias imperialistas a las que desean reemplazar.
El presidente Biden ha dejado en claro que EE. UU. y la OTAN no enviarán tropas a Ucrania para luchar contra una invasión rusa, pero impondrán fuertes sanciones económicas, financieras y de viaje a Rusia si invade. A cambio, se puede esperar que Rusia cierre todos los suministros de gas natural y petróleo. Europa occidental y central sufrirán más inmediatamente por estas medidas.
Pero ese no es el límite de la acción de EE. UU./OTAN. El imperialismo estadounidense ha estado aumentando la cantidad y calidad del armamento de Ucrania y la preparación militar del ejército ucraniano durante varios años; querrá que ese ejército siga luchando contra la ocupación rusa durante el mayor tiempo posible, junto con las fuerzas voluntarias que se están preparando para una guerra de guerrillas. Como se describió anteriormente, EE. UU., Gran Bretaña y otros países de la OTAN continúan enviando armas a Ucrania a medida que aumenta la amenaza de invasión; una gran proporción de estos parecen ser armamentos defensivos de alcance relativamente corto, adecuados para pequeñas unidades móviles. El propósito es atar a las fuerzas rusas invasoras y crear más problemas domésticos para Putin.
Al mismo tiempo, la OTAN está trasladando más fuerzas, armamentos y misiles nucleares a los estados bálticos, Polonia y otros países de la OTAN cercanos a Rusia y Ucrania.
Si se mantiene esta estrategia, se producirá una escalada. Rusia seguramente responderá con acciones más allá de Ucrania, y China explotará los problemas de las potencias occidentales y tomará medidas en la región de Asia/Pacífico, posiblemente con ataques apuntando a la anexión de Taiwán.
Esa es la amenaza de conflictos que “…colease en una conflagración de dimensiones mundiales”.
La cuestión nacional en Ucrania
La situación actual de Ucrania es un caso especial de la experiencia de todos los países que surgieron del colapso del poder soviético en la década de 1990. Aquellos que se han unido a la OTAN y a la UE desde la década de 1990, como parte de la “Partición y repartición de… esferas de influencia”, se ponen bajo el ala de un conjunto de potencias imperialistas como protección contra el poder que previamente los había dominado, Rusia. Las excepciones son Ucrania y Bielorrusia.
Además de explotar directamente a estos países a través del comercio, las inversiones que explotan la mano de obra barata, el acceso a materias primas, etc., los países imperialistas occidentales de la UE (que tienen tasas de natalidad en declive) los han utilizado para reponer sus propias fuerzas laborales nacionales. Esto ha llevado a un movimiento general de trabajadores hacia el oeste; Trabajadores polacos que van a Alemania, etc., por mejores salarios, luego trabajadores ucranianos que reemplazan a los polacos emigrados para obtener mejores salarios que en casa.
Este grupo de países, que se extiende desde el Mar Báltico hasta los Balcanes y el Mar Negro, ha sido repartido y disputado durante siglos entre diferentes estados poderosos: los imperios austríaco, turco y ruso y Alemania. Algunos (Eslovaquia, Eslovenia, Moldavia, Bielorrusia y Ucrania) apenas tuvieron existencia como estados independientes hasta la década de 1990. Solo Polonia y Hungría tenían una existencia previa como reinos importantes por derecho propio, y eso fue hace mucho tiempo. En diversos grados, esa historia frenó su desarrollo económico y distorsionó el desarrollo de los estados nacionales, en comparación con Europa occidental. En muchos casos frenó su desarrollo cultural y suprimió o marginó sus lenguas. Un resultado de esa historia es la presencia en muchos de estos países de minorías importantes e históricas de nacionalidades “vecinas”: húngaros en Eslovaquia y Rumania, búlgaros en Rumania, polacos en Lituania, etc.
Ucrania y Bielorrusia formaron parte de Polonia hasta el siglo XVIII, cuando Rusia tomó el control de Bielorrusia y Ucrania se dividió entre Austria y Rusia (su región occidental fue reconquistada por el nuevo estado polaco creado después de la Primera Guerra Mundial). Los zares rusos siguieron una política de rusificación en ambos países.
Trotsky, él mismo hijo de granjeros judíos ucranianos, describió la situación en Ucrania y Bielorrusia en el momento de la revolución bolchevique:
… En Ucrania y Rusia Blanca [Bielorrusia] el terrateniente, capitalista, abogado, periodista, era un gran ruso, un polaco, un judío, un extranjero; la población rural era enteramente ucraniana y rusa blanca… Al estar estrechamente ligados a las clases dominantes de todos los demás países, los terratenientes, industrialistas y comerciantes de estas tierras fronterizas se agruparon en torno a sí mismos en un estrecho círculo de funcionarios rusos , empleados de oficina, maestros, médicos, abogados, periodistas y en cierta medida también obreros, convirtiendo las ciudades en centros de rusificación y colonización. … El campesinado ucraniano no había hecho demandas nacionales en el pasado por la razón de que el campesinado ucraniano en general no se había elevado a la altura del ser político. El principal servicio de la revolución del cinco de febrero[5]… residió exactamente en esto, que dio a las clases y naciones oprimidas de Rusia por fin la oportunidad de alzar su voz. Sin embargo, este despertar político del campesinado no podría haber tenido lugar de otra manera que, a través de su propia lengua materna, con todas las consecuencias derivadas en cuanto a las escuelas, los tribunales, la autoadministración. Oponerse a esto habría sido tratar de llevar a los campesinos de regreso a la inexistencia.
L D Trotsky, Historia de la Revolución Rusa (1930) capítulo 38.
Fue sobre esa base que los bolcheviques, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, insistieron en el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas en el imperio ruso. Sin embargo, los derechos de las naciones más pequeñas en la URSS fueron suprimidos bajo el gobierno burocrático de Stalin y Ucrania fue además duramente golpeada por su colectivización forzada de los campesinos y una severa hambruna en la década de 1930, en la que se estima que murieron tres millones de ucranianos. Muchas de las personas de habla rusa en las regiones separatistas respaldadas por Rusia de Donetsk y Luhansk (antiguos centros de industria pesada) son descendientes de trabajadores traídos para reconstruir la fuerza laboral.
Fue por esta historia que, en la década de 1930, Trotsky exigió el derecho de Ucrania a separarse de la Unión Soviética como una República Socialista Soviética independiente.
Cuando Putin dice que los rusos y los ucranianos son ‘Un pueblo’ y que Ucrania ‘No es un país’, está siguiendo el ejemplo de los emperadores que se autodenominaban ‘Zares de todos los rusos’ (y prohibieron el uso del lenguaje ucraniano en las escuelas e incluso en trabajos publicados). Está reciclando un mito histórico que se desarrolló por el régimen zarista en la Rusia del siglo XVIII. Actualmente, el lenguaje ucraniano es el idioma hablado por poco más de dos tercios de la población del país. Casi el 30% habla ruso, pero eso incluye a muchos que se definen a sí mismos como ucranianos de habla rusa en lugar de rusos étnicos. Solo hay un pequeño número de distritos (dejando de lado a Crimea) donde más del 50% de la población tiene el ruso como primer idioma y casi todos están cerca de la frontera oriental de Ucrania con Rusia.
Ucrania es una nación oprimida, con todos los problemas que eso conlleva. Ha sido y sigue siendo oprimida por Rusia. Todas las cuestiones de autodeterminación o autonomía para regiones o minorías solo pueden resolverse sobre la base del derecho de Ucrania a la independencia como nación oprimida, no cambiando de patrones. En realidad, eso no lo puede lograr ningún grupo de élite corrupto, ‘pro-occidental’ o ‘pro-ruso’. Solo puede lograrse mediante una lucha independiente de la clase obrera ucraniana y sus masas pobres oprimidas.
Guerra o Revolución: El principal enemigo es nuestra propia clase dominante
Sería absurdo imaginar que Rusia o los EE. UU. y la OTAN se están preparando para la guerra por cuestiones históricas y lingüísticas sobre la identidad ucraniana. En ambos lados, el tema en juego es la lucha por la supremacía entre los dos bloques imperialistas opositores – y cualquiera que sea el bloque imperialista que establezca su supremacía, o si su conflicto simplemente se prolonga, las divisiones en Ucrania se harán más profundas y amargas.
Si Ucrania pasara a formar parte de la OTAN y/o de la UE, se uniría a las filas de los países oprimidos y explotados por los imperialistas occidentales. Lo más probable es que sea menos brutal que una conquista rusa y que enriquezca a una pequeña élite de capitalistas y políticos ucranianos, esencialmente a las personas que actualmente están en el poder. No serían menos corruptos y reaccionarios. Ucrania sería el país más pobre y probablemente el más inestable de la UE. Sus divisiones empeorarían aún mas, su población continuaría disminuyendo a medida que más trabajadores buscan empleo en el oeste, y siempre estaría en la primera línea del conflicto entre la OTAN y Rusia.
Ucrania no puede ser liberada por la guerra de un grupo de imperialistas contra otro grupo de imperialistas. Ninguna organización que luche por derrotar el resurgimiento mundial del autoritarismo, el militarismo y el fascismo, debe apoyar a ninguno de los bloques imperialistas; tampoco nadie que luche contra la pobreza y el racismo y defienda los derechos de los inmigrantes y refugiados; debemos oponernos a ambos lados.
Una guerra inter-imperialista inevitablemente significará más autoritarismo, más racismo y pobreza, y un gran aumento en el número de refugiados obligados a huir. Las potencias imperialistas, especialmente los imperialistas europeos y estadounidenses, y los políticos de los países que dependen de ellos (por ejemplo, Grecia, Hungría, Polonia, México), utilizarán medidas cada vez más inhumanas y letales para hacerlos retroceder. Ese proceso ya ha comenzado.
Para los que vivimos en los países imperialistas sería una evasión sin sentido condenar a todo el imperialismo de manera “imparcial”. En acciones, demandas y consignas debemos oponernos a “nuestros propios” imperialistas, nuestra propia clase dominante y políticos, porque nuestro principal enemigo está en casa:
–Todas las fuerzas revolucionarias, socialistas y progresistas en los EE. UU. y otros países imperialistas occidentales deben condenar y oponerse a una guerra contra Rusia o cualquier otra acción militar (por ejemplo, mover fuerzas y armamentos hacia la frontera rusa y hacia los mares Báltico y Negro). Eso incluye oponerse al armamento o financiamiento del ejército ucraniano y oponerse a las sanciones económicas contra Rusia, y exigir la retirada de todas las fuerzas armadas de sus países del Medio Oriente, África, etc.
–Todas las fuerzas revolucionarias, socialistas y progresistas en Rusia deben condenar la amenaza de Putin a Ucrania, hacer todo lo posible para oponerse a una invasión de ese país y apoyar el derecho de Ucrania a la autodeterminación.
– Todas las fuerzas revolucionarias, socialistas y progresistas en China deben oponerse a las ambiciones imperialistas de sus gobernantes y capitalistas y su represión chovinista de las minorías nacionales y religiosas, y oponerse a una “reunificación” forzada con Taiwán.
– Todas las fuerzas revolucionarias, socialistas y progresistas en los países imperialistas, especialmente en Europa occidental y América del Norte, deben unirse a los refugiados e inmigrantes para abrir las fronteras, defender el derecho de asilo y luchar contra el racismo por cualquier medio necesario. La alternativa es un mundo de tiranía y barbarismo. En una nueva guerra inter-imperialista, será un nuevo Holocausto.
No hay una sola potencia imperialista que no esté enfrentando una grave crisis política, económica y financiera. No hay un solo gobierno imperialista que no sea odiado por millones de sus propios súbditos. No hay un solo poder imperialista que no sea odiado por miles de millones de personas pobres y oprimidas en los países neocoloniales. No hay uno solo de los principales problemas que enfrenta la humanidad del que no sean responsable, y ninguno que sean capaz de resolver.
El mundo enfrenta la amenaza de una nueva Guerra Mundial imperialista por la profundidad de la crisis del sistema capitalista, así como enfrenta la amenaza de una crisis climática mortal y nuevas pandemias. Ahora las palabras de Trotsky de 1938 suenan más ciertas que nunca:
Sin una revolución socialista, en el próximo período histórico, una catástrofe amenaza a toda la cultura de la humanidad. Ahora todo depende del proletariado, es decir, en primer lugar, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis del liderazgo revolucionario.
LD Trotsky, La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional (1938)
Posdata
Un año después de que Trotsky escribiera esas palabras, la Segunda Guerra Mundial estalló. Se convirtió verdaderamente en una guerra “Mundial”, a diferencia de la guerra principalmente europea de 1914/18. Traería muchas veces más matanzas de civiles y conduciría al genocidio sistemático en el Holocausto nazi. Después de esa guerra una sola superpotencia quedó ilesa, EE. UU. Sus vastos recursos financieros permitieron a EE. UU. a re-estabilizar y restaurar las economías de las otras potencias imperialistas, bajo la hegemonía de EE. UU.
Durante las décadas de 1950 y 1960, el capitalismo disfrutó de una breve “edad de oro” de crecimiento relativamente alto, pero dentro de un área geográfica más limitada. La Unión Soviética tomó el control de la mayoría de los países empobrecidos de Europa del Este, con el fin de crear una “zona de amortiguamiento”, el Partido Comunista tomó el poder en China. En esas regiones, el capitalismo fue reemplazado temporalmente por la propiedad estatal bajo el control estalinista, supuestamente en una coexistencia interminable con las potencias capitalistas mucho más ricas.
Eso no sobreviviría mucho tiempo al final de la ‘edad de oro’ de los imperialistas occidentales y su giro hacia políticas económicas ‘neoliberales’, especialmente a partir de 1979/80, con ataques sistemáticos a la clase obrera organizada y una explotación más dura de las neo-colonias. En 1989/91 la Unión Soviética se desintegro; el capitalismo fue restaurado desde Europa del Este hasta el Lejano Oriente. Durante las siguientes dos décadas, las rivalidades inter-imperialistas aumentaron con el surgimiento de dos nuevas potencias capitalistas imperialistas, China y Rusia, y comenzó una nueva era de guerras. Los “choques separados y disturbios locales sangrientos” de las últimas tres décadas han sido mucho más sangrientos y más prolongados que aquellos a los que se refirió Trotsky antes de la Segunda Guerra Mundial, que fueron mayores que los descritos por Rosa Luxemburgo en el período previo a la Primera Guerra Mundial.
Por lo tanto, las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial solo han hecho la resurgente agonía de muerte del capitalismo más aguda, la amenaza de la guerra mundial y la guerra nuclear sean más peligrosas y la necesidad de un liderazgo revolucionario más urgente.
El objetivo de los trotskistas, como continuadores de la política marxista revolucionaria, es construir liderazgo y acción internacional contra TODOS los planes de guerra imperialistas y acabar con el dominio imperialista en todo el planeta.
18.02.2022
Esta declaración del Comité Trotskista Internacional (ITC) es distribuida por las siguientes organizaciones:
BAMN Coalición para Defender la Acción Afirmativa, Integración y los Derechos de los Inmigrantes, y Luchar por la Igualdad Por Cualquier Medio Necesario (BAMN)
(855) ASK–BAMN [855.275.2266] email@bamn.com www.bamn.com IG: @joinbamn Youtube: Nationalbamn FB: Facebook.com/bamnpage Twitter: @followbamn Tiktok: @joinbamn
Movimiento por la justicia por cualquier medio necesario
movementforjustice.co.uk contact@movementforjustice.co.uk
facebook.com/movementforjustice @followMFJ
[1] Declaración Conjunta de la Federación Rusa y la República Popular China sobre las Relaciones Internacionales Entrando en una Nueva Era y el Desarrollo Sostenible Global (4 de febrero de 2022) http://en.kremlin.ru/supplement/5770
[2] El FMI advierte a China sobre el costo de los cierres por covid (21 de enero de 2022) https://www.theguardian.com/business/ 2022/jan/21/imf-warns-china-over-cost-of-covid-lockdown
[3] Declaración del Movimiento Socialista de Kazajstán (7 de enero de 2022) https://internationalviewpoint.org/ spip.php?article7468
[4] Taiwán tiene una población china y fue incautada por Japón en 1894/95. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista tomó el poder en China continental y el gobierno pro-capitalista del general Chiang Kai Shek se trasladó a Taiwán, donde fue protegido por las fuerzas estadounidenses.
[5] La revolución de trabajadores y soldados a principios de 1917 que derrocó al zar e hizo de Rusia una república.